Capítulo 4: Explicaciones

Nada más abrir los ojos descubrir el rostro de Cheryl empapado en lágrimas. No recordaba casi nada de lo que había ocurrido en mi cabeza. Solo sabía que la muerte me había dejado volver.
Mi uniforme estaba manchado de sangre.
Cheryl que me tiene apoyada en su regazo, sigue llorando, con su cabeza apoyada en mi pecho.
-¡Soy una imbécil!... Debí haberte contado esto antes… Ahora estas muerta y es mi culpa- se reprocha entre sollozos.
Recuerdo la lucha, las heridas de muerte…. Que ya no dolían… Quizás todo lo que soñé no era del todo irreal.
En mi mano derecha hay algo frio, enseguida sé que se trata de una llave. Pequeña y de cristal. ¿Qué abriría? Ni idea.
-Cheryl… yo…- comienza a decir el muchacho ya con el hombro vendado.
-¡Cállate! Ella estaría viva si la hubieras defendido bien…. Si no te hubieras dejado guiar por tu instinto- esta colérica.
-¿Che-Cheryl?- digo mientras ella bruscamente levanta su cabeza. Me mira con los ojos desorbitados, aunque es lógico… hace unos segundos estaba muerta.
-¡Oh, Dios! ¡Ambeer!- Ahora sollozaba de felicidad. Miro por encima de su hombro, veo a aquel muchacho. Me mira con una frialdad con la que nadie me había mirado antes.
-Cálmate, Cheryl…. No me voy a ir de aquí. – le susurro. No tenía fuerzas para decir nada más. Me desmayo.
Cuando vuelvo a despertar, es porque la luz me da en los ojos, trato de alcanzar la cortina para que me deje en paz. Pero solo palpo pared. Cuando me despejo, descubro que estoy en una especie de enfermería. El olor de analgésicos inunda el ambiente. Un olor cargado a cerrado. Estoy en una cama de sábanas color crema y cabecero blanco. En la mesita de metal a juego con la cama, hay un vaso lleno de agua. Tengo sed, alzo la mano hasta cogerlo. Incorporada, me lo bebo de un trago.
Llevo puesto un vestido de tirantes gruesos, de color blanco. Busco la llave, la cual descansa sobre la mesita. Suspiro aliviada. No se que abrirá aquella llave, pero intuía que es mejor tenerla cerca.
Noto un cosquilleo en la nuca, alzo la mano rápidamente para ver que es. Noto pelo, trato de quitarlo, y me tiro de mis propias raíces. Sorprendida, trato de saber donde acaba mi pelo, descubro que me había crecido unos tres centímetros. Esto hace que me plantee una nueva pregunta.
¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente?
Oigo el chirrido de una puerta vieja al abrirse. Unos pasos apresurados. Yo ya estaba incorporada cuando se descorre la cortina que me separaba del mundo. Cheryl sofocada, sonríe. Intentando contenerse me abraza.
-Lo siento… lo siento tanto…- Balbucea mientras empapa mi hombro.- No quería involucrarte por eso no dije nada…
-Tranquila ya pasó…- la consuelo. –Cheryl, cuando te calmes… quiero que me expliques que ha pasado…
-Cuando termine de calmarse será de noche…- Dice una voz mientras las cortinas se corren un poco más. Era aquel muchacho, el que había peleado con Rebecca.-Amber…
-Perdona, ¿Pero puedo saber quién eres?- repongo mordaz.- ¿Y dónde estoy?
-Me llamo Caden.  Estás en la enfermería de Midnigth.-Contesta indiferente mientras se pasa los dedos por el pelo rubio.
-¿Midnigth? No conozco ningún lugar llamado así…
- Es lógico la mayoría de la gente no sabe que existe. –Me observa, su mirada me irrita, me mira con superioridad, como diciéndome que no tengo ninguna posibilidad contra él.
-¿Y mis padres? ¿Saben algo de esto?- Caden desvia la mirada, algo en mi interior me decía que aquello no era bueno. El llanto de Cheryl se acalla de pronto.- ¿Por qué no… me respondes?
-Amber…- Cheryl levanta su rostro lloroso, si quisiera podría haber seguido los caminos que sus lágrimas habían marcado en su rostro, sus ojos aún húmedos miran los míos fijamente.-Amber… no podíamos dejarte regresar así como así. Y menos con ese aspecto.
Me asusto. Aunque es lógico y normal, que me digan que mi aspecto había cambiado sin yo darme cuenta hacia que me pusiera en lo peor. Quizás tenía alguna cicatriz, o me faltaba un trozo de cara. Mi cabeza solo me daba respuestas cada vez más repulsivas. Caden nota mi inquietud. Sin una palabra, se vuelve hacia la mesa más próxima a él y me tiende un espejo que reposaba en ella.
Mis manos temblorosas lo recogen. Me aferro a él, para intentar que aquel temblor no se notase. Cierro fuertemente los ojos cuando lo sitúo delante de mí.
Mi imagen mental empeoraba cada vez más. Con un suspiro tratando de calmarme, decido abrirlos.
Mi reflejo no tiene ninguna cicatriz monstruosa, ni ninguna cosa asquerosa, ni le faltaba algún apéndice. Mi pelo era cierto que había crecido. Ahora estaba un poco más largo, como había calculado unos tres o cuatro centímetros. Pero en aquel reflejo había algo extraño.
Mis ojos. Que antes habían sido de un tono esmeralda, ahora relucían con un tono rojizo. Se me hiela la sangre.
-¿Por qué han…?
-Aún no lo sabemos, cuando despertaste en la piscina, ya los tenías de ese color. Hemos supuesto que se debe a que ahora ves el mundo con otros ojos.-Responde Caden, quien se había sentado en la mesilla en la que había reposado el espejo.
-Con otros ojos…- No sabía por qué pero aquel color me era familiar.- ¿A qué te refieres?
- A que debido a la pelea contra… Rebecca, perdiste mucha sangre, y estas en el tránsito entre la vida y la muerte. Como todos nosotros.
-¿Vosotros dos?- No entiendo nada, ¿querían decir que estaba muerta pero a su vez no?
-Nosotros y toda Midnigth.-Responde Caden.
-Somos personas humanas créenos, pero por un motivo u otro cuando la muerte vino a buscarnos nos ofreció volver… es decir…
-Somos enviados de la muerte… Somos parcas de seres que no deberían vivir, pero por un motivo u otro su hilo de vida sigue intacto.- Completo el muchacho.-Pero algunos nos vimos manchados…
-¿Nos?- Aquello parecía una de esas películas de ficción, de esas que piensas que estaría “guay” vivirlo. Pero no lo era… para nada.
-Yo, por ejemplo.- Comenta Cheryl, con una sonrisa.- Puedo obrar magia, y curar heridas leves. Y tengo una gran afinidad por los gatos, de ahí el color de mis ojos.
-Yo…-Comienza Caden, sin expresión en el rostro.-Soy un licántropo. Tengo una gran fuerza y una rapidez inhumanas, y me llevo mejor con los perros.
-Entonces yo… según lo que decís, ¿tendría alguna habilidad especial?-Me vuelvo a mirar al espejo. Nunca me acostumbraría a ver mis ojos de aquel color.
-Puede…-contestaron ambos al unísono.

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