Era por la mañana, Septiembre había dado paso a
Octubre, el otoño estaba en el aire, el frío aumentaba poco a poco. Las hojas
de los árboles se van tiñendo poco a poco de tonos marrones. El cielo pasa más
tiempo grisáceo que azul. Ya puedo caminar. Mi pierna derecha aún se resiente
un poco si no hago alguna parada o si echo a correr, pero se va recuperando.
Me levanto, miro el calendario sencillo que me dio
Cheryl en una de sus visitas, al lado del horario de lo que serán mis clases a
partir de ahora. Falta una semana para que comiencen las clases. Mi curiosidad
aumenta con el paso del tiempo, ¿cómo serán las clases?
Los alumnos ya habían comenzado a llegar desde la
semana anterior, pero mi compañera de habitación aún no había venido.
Aún así todos me miraban como un bicho raro, algunos
me trataban normal, y eran amables conmigo, otros me temían, y otros me
matarían con la mirada, incluyendo a Caden entre ellos.
El muchacho había dejado de hablarme pero no paraba
de mirarme, o mejor dicho, me vigilaba. Cada paso que daba, cada cosa que
hacía, siempre estaba ahí.
Incluso Cheryl se comportaba de manera forzada
conmigo, ella que siempre había sido natural conmigo ahora se comportaba a
veces de un modo extraño. Aunque la mayoría del tiempo lo pasaba normal.
Dios… ¿por qué es todo así?
¿Porque tuve que ponerme de escudo entre Caden y Rebecca?
¿Por qué estaba viva?
Me levanto, será mejor que me dé una ducha, no
quiero pensar más. Me lavo el pelo, el cual había crecido más aún, otra cosa
extraña.
Ya me rozaba los hombros. Caía en forma de pequeños
bucles. Siempre me había gustado mi pelo, sobre todo largo. Pero lo llevaba
corto debido a que a un chico de mi barrio le pareció gracioso pegarme un
chicle en las raíces. Y mi madre
tratando de igualarme las puntas se paso cortando. Sonrío.
Que ingenua era entonces. Que vida tan pacífica.
Pero ya no podría volver a aquellos días… jamás.
Llaman a la puerta de la habitación. Dos golpes
rápidos. El mismo ritmo de siempre.
-Adelante.- Digo con voz suficientemente alta como
para que se me oiga tras la puerta.
-Buenaaas…- dice Cheryl toda sonriente mientras
entra en la habitación. -¿Te apetece venir a dar una vuelta? Hoy toca el patio.
-Claro, espera a que me vista- cuando pude comenzar
a andar Cheryl se ofreció a enseñarme todo, todo el instituto, en una semana ya
sabía los escondrijos, los lugares más concurridos, y los atajos. Pero no sabía
casi nada del patio, ya que solo lo veía para cambiar de un edificio a otro, pues
el instituto se dividía en varios edificios.
La residencia, también separada según el género; el
gimnasio, que también tenía una piscina, las clases teóricas, que era lo más parecido a
un instituto normal y corriente; las clases prácticas, divididas a su vez en la
magia y en las armas, y por último el bosque, que usaban como una especie de
establo debido a que era un microclima ideal para la mayoría de los seres vivos
tanto normales como no, y para dar las clases sobre plantas medicinales.
Aún nos falta por ver el bosque y el patio. Abro el
armario, cojo unos pantalones cortos y
una camiseta combinada con una chaqueta de deporte, mis deportivas. Y ¡Lista!
Salgo de la habitación, recogiendo las llaves de
esta, además de mi llave de cristal. Veo a Cheryl hablando con una chica de
piel morena, con lo que parecían tatuajes de henna por los brazos y las
piernas. Su pelo rojizo como el atardecer destacaba con sus ojos verde
esmeralda. Decido acercarme.
-Ya estoy lista, Cheryl. ¿Quién es…?
-Ah, Amber llegas justo a tiempo, esta es Lys, la
que será tu compañera de habitación a partir de ahora.
Lys me miraba directamente a los ojos, absorta en
ellos. Me tiende la mano.
-Encantada, soy Lys Moonflower. Y mi nombre es tan
extraño porque soy huérfana, no tengo padres y por tanto tampoco apellido. Así
que me lo inventé. Será…-Se queda pensando mientras le estrecho la mano.- interesante
convivir contigo. Sólo espero que no ronques.
Comenta sonriente tras lo cual se despide con la
excusa de ir a colocar su equipaje. Yo me quedo mirándola, caminaba con una
elegancia que hacía que la mirasen.
-Es bailarina.
-¿Qué?
-Que es bailarina, por eso camina con esa elegancia,
aprendió a llamar la atención para sobrevivir.-me explica Cheryl.-Es una chica
bastante maja, o al menos eso aparenta.
“Aparentar”. Las apariencias engañan, me quedo
pensativa y quieta. Sólo esperaba que no fuese la típica niña borde y pija. Con
eso me bastaba.
—Bueno, vamos a ver el patio.—le digo sonriente a la
vez que la engancho de la mano y la hago bajar las escaleras hasta la planta
baja. Mi habitación estaba en la segunda planta, justo al lado de las duchas.
—Vale, vale tranquila.—me para mi amiga riendo.
—¿Señorita Cheryl?
—¡ah! ¡Señora Hardgoth! —Exclama Cheryl al ver a la
directora.
—La estaba buscando, ha llegado una misión. Creo que
será mejor que vaya usted. Ya que de los efectivos disponibles usted es la que
más conoce la zona.
—¿Dónde…?
—Le daré los detalles en mi despacho.—Le corta
mientras me mira sin escrupulos de arriba a abajo. Aún no se fiaba de mí.
—Vale.—la directora se aleja por el camino hacia el
edificio principal.—Lo siento mucho Cheryl. De verdad. Mañana te lo muestro
¿vale?
—Nada, nada. Lo veo yo y ya está. Por cierto,
¡Suerte!—ella se aleja y me hace el gesto de la victoria con la mano. Yo
comienzo a andar hacia el bosque. Aunque parezca raro o peligroso, me encontraba mucho más a gusto
allí, rodeada de la naturaleza que en aquellos edificios de color blanco
inmaculado.
Una vez llego al bosque me dirijo al lago que nace
de una fuente mineral en sus profundidades. Cerca del lago por la hierba que lo
rodea me descalzo y me acerco a la orilla, allí meto los pies en el agua. Me
relajo y me quito la chaqueta, aunque estuviésemos en Octubre, aquel día hacía
calor.
—No esperaba encontrarte aquí.—Dice una voz a mis
espaldas, grave, profunda y magnética. Me giro sobresaltada, pues no había
muchos estudiantes que fuesen allí. Al instante reconocí aquellos ojos.
—Tú… tú estabas en el tren aquella mañana.—Digo
mientras no puedo apartar mis ojos de los suyos. Eran una mezcla entre el azul
del cielo y el verde de los bosques más profundos. Su pelo castaño le crecía
revuelto y lo tenía un poco largo, como un corte que ha crecido y hay que
volver a cortar.
—Sí, y tú eres Amber. ¿Me equivoco?— Su mirada y su
voz me mantienen tranquila y quieta, cual magnetismo a un metal.
—Sí. ¿Me puedes decir quién eres? ¿O tengo que
adivinarlo? —Respondo sarcástica.
—Estaría bien que lo adivinases, pero te ahorrare trabajo.
Soy Math. —responde con una leve sonrisa en sus labios.
Me quedo quieta, preguntándome que decirle. No tenía
cartas. Así que él juega la siguiente mano.
—¡Qué pena que tus ojos se volviesen rojos!, me
gustaban más verdes, aunque hay que decir que llaman más la atención así.
—Mira, déjame en paz si te vienes a reír de mí, que
ya tengo suficiente.—Le replico a la vez que me giro y me quedo mirando
fijamente el agua.
—Vale, vale. Lo siento. Aunque quieras o no es verdad.— Sus pasos suenan cada vez más cercanos, oigo como se sienta a
mi lado, yo no respondo ni le miro solo miro el agua cristalina y mis pies bajo
la superficie.—Eh, no llores.
No me había dado cuenta de que estaba llorando,
últimamente me pasaba demasiado. Las lágrimas caían por mis mejillas
encendidas, silenciosas e impactaban sobre la superficie cristalina.
Noto como su brazo pasa por debajo de mis omoplatos
y me estrecha contra él. Me aferro con mis manos a su camiseta negra.
—Venga, no pasa nada. Expúlsalo todo, tus nervios,
tus miedos. Todo.—me susurra al oído mientras yo cierro los ojos fuertemente
como si quisiera despertar de aquel mal sueño. Poco a poco voy quedando sumida
en un letargo, en un sueño breve. Un sueño en el que no había nada.
Cuando vuelvo a abrir los ojos me encuentro en la
misma posición que antes. Medio recostada sobre Math.
—Veo que ya te calmaste.—dice sonriendo levemente.
Me incorporo rápidamente, con el respiro de saber que no se había dado cuenta
de que me había quedado dormida.
—Perdona por haberme puesto así…—¿qué me había
pasado? Nunca me había puesto a llorar por cosas tan nimias.
—Es lógico que te pongas así es un cambio muy grande
en muy poco tiempo.— su voz suena dulce. Me da miedo mirarle a los ojos.— Ey,
mírame, que no te voy a comer.
—Pero,...— reculo, no quiero mirarle, no quiero
recordar como son mis ojos de ese color rojo tan… tan horrendo.
—Venga, se que dije que tus ojos eran más bonitos
verdes, pero ese color rojizo te sienta de maravilla. —Me susurra con una
sonrisa. Me quedo mirándole embobada, perdiéndome en aquellos ojos tan bellos.
Un dolor tenue de cabeza aparece, como una jaqueca.
Dejo de mirarle.
—¿Qué te pasa?—pregunta preocupado.
—No sé, de repente me ha empezado a dar dolor de
cabeza el mirarte.
—¿Tan feo te parezco?—dice mientras se ríe.
—No…—Las palabras fluyen por mis labios sin ser
llamadas, como si no fuera la dueña de mi voz.—Me pareces bello.
Al darme cuenta de lo que había dicho, en esa
situación, es decir, yo recostada sobre él, la vergüenza se apodera de mi ser,
tornándose rojas mis mejillas. Por lo que bajo mi cabeza para que no me vea.
Math me besa la frente.
—Gracias. Nunca me lo habían dicho.
—¡Venga ya!— le digo volviéndole a mirar a los ojos.—
Seguro que cualquier chica con la que hayas salido te lo ha dicho.
—Nunca he tenido novia.
Su respuesta me sorprende. Las campanas de Midnigth
resuenan anunciando que es la hora de la cena.
—¿Me dejáis acompañaros a la cena?— Me pregunta
mientras se levanta. Aquel chico era muy extraño, pero parecía muy simpático.
—Claro.—accedo.
Me ayuda a ponerme de pie, y me coge de la mano
hasta sacarme del bosque. Mientras me quedo mirando como tira de mí. Había algo
familiar en él que hacía que me fiase.
Una vez salimos del bosque, Math se para y, por
consiguiente, y también, se queda mirando la Luna. ¿Cuándo había anochecido?
—Me tengo que ir, pero antes, déjame decirte algo,
Amber.
Yo me quedo mirándole, intrigada con lo que me
quiera decir.
—Tú también eres hermosa, pero aún más bajo la luz
de la Luna llena, recuérdalo.
Tal como apareció desaparece, se mueve de nuevo
hacia el edificio de las clases. Yo me quedo quieta observando cómo se va hasta
que no se distingue de la oscuridad.
Comienzo a
caminar hacia el comedor. Mi estómago ruge, menos mal que ahí no hay
nadie que la oiga.
—Ya veo que tienes hambre ¿Eh?—responde una voz
masculina muy conocida, pero que hacía tiempo que no oía, o al menos dirigida a
mí.
—Hombre, Caden. Si me hablas y todo.—respondo
mordaz. Miro a mi alrededor, el chico está subido a un árbol.
—Nunca te dejé de hablar.
—¿Entonces que estabas bajo silencio penitencial? ¿O
algo así?
Se baja de la rama en la que estaba sentado, y se
acerca a mí.
—Lo que pasa es que no soy de muchas palabras,
además no tenía nada que decirte.
—¿Y ahora sí?
—Sí.
—A ver, di ¿Qué quieres decirme?
—Aléjate de Math.
—¿Por qué?- eso era una sorpresa, que más le daba a
él de quien fuese amiga.
—Porque no es lo que parece.— responde con furia
retenida. Trataba que no la viese, pero era mal actor.
—Entonces, sabelotodo, ¿Quién es en realidad?
—La pregunta no es quién si no qué.
—¿Qué?— me quedo atónita.
—Exacto. Pregúntaselo cuando le vuelvas a ver.—Salta
de la rama de aquel árbol, y se para en frente mía.—¿Vienes a cenar?
—Sí,… pero, sobre lo que has dicho…—Me pone su
índice sobre mis labios.
—No más preguntas, al menos, no esta noche.—Me
susurra. Me tiende su mano. Yo distraída se la cojo. Era muy diferente a la
mano de Math, que era suave y fina, como si nunca las hubiese usado. Las de
Caden eran más grandes y adornadas por cicatrices, eran… las manos de un
luchador.
Aquel pequeño e insignificante detalle hace que
formule una nueva pregunta en mi cabeza, ¿Math era uno de nosotros?
Dejando escapar un suspiro, me dejo llevar por
Caden.
—¡Ay!— me caigo de rodillas en el suelo, mi cabeza
me duele horrores. Un ruido me taladra los oídos, como un pitido que me impide
oír nada más. Veo a Caden diciéndome algo, pero no oigo nada. Mis manos
presionan mis sienes. Tengo ganas de gritar. Un sudor frío recorre mi piel.
El dolor es superior a mis fuerzas. Mi último
recuerdo fue que me desmaye, y que alguien, quien supongo sería Caden, me
llevaba a la enfermería. Ja, parece que no podría salir nunca de ese lugar.
Mi mundo se vuelve completamente negro.